Portugal fue el primero y más prolongado imperio colonial. Desde comienzos del siglo XV, cuando los portugueses bordean la costa africana hasta finales del siglo XX, cuando pierden su última colonia, Macao, transcurren casi 600 años que han marcado en muchos casos el devenir de aquellos países que fueron colonias portuguesas. La cultura es el medio por el cual una nación dominante consigue la asimilación del territorio ocupado. La fuerza es el primer contacto, pero es la cultura la que consigue que los nuevos “ciudadanos” se incorporen y hagan suyo los mismos supuestos que maneja el imperio.
Y la música es una de las caras de la cultura que mejores resultados consigue en un proceso de aculturación, por su carácter popular y como arte que no precisa habitualmente de muchos de los condicionantes de que otras disciplinas requieren. La música se halla en cualquier parte, puede ser tocada en cualquier lugar, todos poseemos el instrumento más completo —la voz- y, sobre todo, la música tiene una capacidad casi inigualable de llegar a todas las personas, independientemente de su clase, origen y nivel cultural.
La música portuguesa tuvo una gran influencia en la de otros países que fueron sus colonias. En algunos casos incluso produciéndose un curioso fenómenos de ida y vuelta, como en el caso de la bossa nova, porque si la emigración portuguesa a Brasil que se produjo desde el siglo XVI tuvo su momento de mayor incidencia a comienzos del siglo XX también los brasileños emigraron a Portugal a finales del siglo XX, siendo actualmente la mayor comunidad inmigrante en el país vecino. De esta forma, la música portuguesa fue fundamental en el nacimiento de una identidad musical propia brasileña y, más tarde, la música brasileña ha influenciado a la portuguesa. Por ejemplo, la modinha, que es uno de los géneros más antiguos y un tipo de canción melódica muy popular entre la aristocracia portuguesa del siglo XVII, cuando llegó a Brasil se convirtió rápidamente en un género que también daba cabida a las clases populares. La influencia de las culturas indígenas brasileñas y la africana —traída por los esclavos- aportaron una mayor complejidad rítmica y armónica que sería el germen de la posterior bossa nova.
El fado
El fado nace en el siglo XIX, más concretamente en el barrio de la Alfama. María Severa, considera la primera fadista, vivía en aquel barrio y su canto consiguió dejar absolutamente prendado al conde de Vimioso, quien difundió el género entre las clases altas y la aristocracia local. Con el paso de los años, aquel estilo popular degeneró, haciéndose especialmente popular en las zonas portuarias. Habría que esperar hasta los años 60 del siglo XX para encontrar el nacimiento del fado tal y como lo conocemos hoy en día. Tenemos el fado de Amalia Rodrigues, el más conocido, sobre todo por el apoyo que tuvo por la dictadura de Salazar, que lo usó como emblema y símbolo de su régimen. Pero por otra parte, encontramos otro camino, surgido en la Universidad de Coimbra y que fue adoptado por la oposición al régimen de Salazar, con nombres como Carlos Paredes y Carlos Do Carmo.
Desde entonces, el fado, en cualquier de sus corrientes, ha estado presente en el sonido de casi todos los músicos portugueses. Sin embargo, tampoco ninguno de ellos lo practica de forma clásica. Algunos se quedan sólo con la nostalgia y el derrotismo de la “rainha do fado“, otros modifican sustancialmente su estructura y la mayoría están impregnados más que del sonido del fado, de su significado. Madredeus son el ejemplo perfecto de quienes supieron construir un estilo personal, tomando distintas influencias y sumándolas a la esencia del fado, a su tristeza, su nostalgia y su languidez. Actualmente, una de las bandas más interesantes que encontramos en el país vecino es Deolinda, que han conseguido una amalgama perfecta de los sonidos tradicionales de su país al tiempo que han recibido de vuelta la influencia de la bossa nova.
Cabo Verde y la morna.
En la zona de África Oriental encontramos Cabo Verde, un archipiélago que, musicalmente, tiene muchas concomitancias con Portugal. El canto popular caboverdiano, la morna, tiene algo de tango, un poco de modinha, una pizca de la tradición angoleña, pero mucho más de fado. Porque la morna hereda del fado su romanticismo, su nostalgia y su cadencia melancólica. Fue un género muy exitoso en Portugal a mediados de los años 80, con grupos como Os Tubaroes o Trapiche.
Pero la auténtica y genuina voz de la morna fue Cesaria Évora. En Europa no la descubrimos hasta los años 90, aunque ella llevaba cantando el mismo estilo desde hacía más de treinta años. El canto de Cesaria Évora tiene muchas similitudes con el blues. Sus letras hablan de los largos periodos de aislamiento que sufrió su país, del comercio de esclavos, de la emigración, de la nostalgia de la tierra madre y de los sufrimientos y esperanzas del desarraigo. La Diva Aux Pieds Nus y Miss Perfumado son discos indispensables para empezar a conocer el gran patrimonio musical de Cabo Verde.
También existen otras zonas en África en las que la música portuguesa, mezclada con elementos brasileños, cubanos y autóctonos dieron lugar a pequeños movimientos que, quizá por el tamaño de sus países de origen o quizá por el dominio de la música anglosajona en el mundo, no tuvieron mucha trascendencia. Pero también encontramos una gran riqueza musical en países como Guinea-Bisseau, con Kaba Mane o Ramiro Naka; Angola, con Waldemar Bastos; o Mozambique, con una mayor influencia de la rumba congoleña.
La bossa nova
Mientras Cesaria Évora comenzaba a cantar en Mindelo, su pueblo natal, a finales de los años 50, en Brasil comenzaba a surgir una nueva generación de músicos que darían lugar a uno de los géneros más importantes del siglo pasado. La bossa nova transformó esa melancolía y tristeza características del fado en una especie de optimismo y alegre pesadumbre. A esto se le añadió bastante de las complejas armonías del jazz de los años 50, un poco del ritmo de la samba, la herencia de la modihna y hasta un pellizco de la tradición clásica europea. De la modinha y, sobre todo, del jazz, la bossa nova toma una mayor complejidad en las estructuras armónicas, lo que da lugar a una peculiar forma de tocar la guitarra que no acata casi ninguna de las normas que rigen la guitarra clásica: contratiempos, síncopas y, sobre todo, la forma de alternar el bajo con la melodía fueron elementos fundamentales en la creación y desarrollo del nuevo género.
La canción Chega de Saudade, compuesta por Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes es considerada como la que da origen a esta revolución musical. El propio título de aquel tema -traducible como “basta de melancolía“- ya era una declaración de intenciones y se distanciaba del fado omnipresente de la madre patria. Pero junto a estos dos legendarios músicos, hubo también otros que ayudaron a conformar el nuevo estilo: Toquinho, Chico Buarque, Caetano Veloso, Elizete Cardoso o Luis Bonfa, entre muchos otros. Pero el gran creador fue João Gilberto, quien aportó el inconfundible toque de la guitarra bossa nova y su voz susurrada y contenida a aquella canción fundacional en el año 1958. Un año clave en la historia de la música moderna.
Ya en los 60 era un género tan popular, que incluso músicos como Charlie Byrd y Stan Getz coquetearon con el nuevo estilo. Byrd fue el primero que mostró interés por los nuevos músicos brasileños y consiguió hacer partícipe de ello a Getz, aunque ha sido este último el que es considerado habitualmente como el introductor de la bossa nova en el jazz. La fusión de ambos géneros dio lugar a discos tan importantes como The Girl From Ipanema, The Bossa Nova Years, 1962-1964, en el que Stan Getz repasaba todos los grandes temas de Jobim, Gilberto y compañía; Desafinado, de Coleman Hawkins; o Bossa Nova Pelos Passaros, de Charlie Byrd.
La relación que se establece entre aquellos países que tuvieron un pasado imperial y sus antiguas colonias es de un enorme interés, por cuanto es posible rastrear las influencias y conexiones entre sus diversas culturas, especialmente a través de la música. Y Portugal, que es uno de los países que mayores posibilidades ofrece en este sentido, tiene una cultura musical que ha sido capaz de crecer en África Oriental, atravesar el Atlántico y volver a su lugar de origen para dar de nuevo origen a nuevas formas musicales.
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Fado, morna y bossa nova
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Texto: Juan Manuel Vilches
Portugal y el Atlántico: el fado, la morna y la bossa nova7 thoughts on “”
Dicen que a Wim Wenders le surgio “Hisorias de Lisboa” viajando en coche desde Alemania a Portugal acompañado únicamente de la música de Madredeus. Hace bastates años yo hice algo parecido, con la misma banda sonora, en un viaje a Lisboa dejándome perder en el país y la música (¡5 días nos llevó llegar de Nazaré a Lisboa!). Allí descubrí el fado clásico. Una ‘saudade’ que invoca a los que se fueron mirando al océano que los engulló, a los amores que se perdieron y que añoras pero ya no duelen. Periódicamente vuelvo a Portugal y al fado, pero lejos de entristecerme para mí es un alegre reencuentro, sin estridencias, sereno, con una tierra que adoro.