Robert Ellis. Sala La Boite, Madrid, 9 septiembre 2014

Si en el mundo musical existe alguien o algo que te llame la atención y sufre el menosprecio en ser apartado del carácter comercial, de ventas, o de la popularidad entendida como algo que esté relacionado con el volumen de discos vendidos o llenar grandes estadios (para muchos la calidad está, erróneamente, relacionada con esto), el artista en cuestión se ve obligado a ser apartado de un universo musical cultural endémico que puede venir de un pasado endeble o un presente aún más devastador. Y cuando a nadie se le hace caso, termina, o bien convirtiéndose en un olvidado o en un mitificado ser que vive en el planeta de esos avispados creyentes de algo llamado subcultura, de la música o de cualquiera de las artes.

En este contexto, el jovencísimo Robert Ellis, que abandonó su Houston natal para afincarse en Nashville (cuna del sonido que da nombre a la ciudad, más cercana al pop de los años 60 y ahora entregado a un sonido más comercial, y cuyas notas también se observan en algunas de sus canciones) visitó nuestro país, con su reciente “The lights from the chemical plant“, para dejar claro que el concepto de “americana” no sólo es cuestión de tirar la funda de su guitarra al suelo y cantar desenchufado de todo artificio sonoro, sino como muestra de que su “country-rock” (con esas notas de “bluegrass” que adornan su último trabajo), mucho más que presentar unos excelentes temas, fue la constatación fulminante de un presente sorprendente, maduro y, a todas luces, magnífico.

Con una amplia sonrisa que no soltó tras terminar cada canción, además de agradecer la (según él), sorprendente noche que estaba disfrutando, Ellis modula su voz a la vez que la utiliza como sombra alargada de las cuerdas de su guitarra; para formar un todo que magnetiza y atrae. Donde sus canciones las canta con una facilidad que parece nacida en ese mismo instante. Como si al prepararlas hubiesen perdido las raíces de algo nuevo y volvieran a nacer cuando se escuchan. Fulminante.

Abrió la noche con “Only lies“, pudiéndolo haber hecho con cualquier otra. Tras ella, “Good intentions“, canción de contagiosa melodía sin estribillo en álbum, a la que siguieron “TV song“, “What’s in it for me“, “Comin’ home“, “Friends like those” (de su álbum Photographs) y, en fin, un repertorio que se antoja impecable, con sólo tres álbumes de estudio, desde que el primero apareciera en 2009.

Recolocado en una escena que, por méritos propios, dignifica, Robert Ellis transforma sus sonidos en armas de doble filo: una la de la calidad y otra la del clasicismo y, por tanto, en lo memorable de sus composiciones. No hay más que escuchar “Pride” para cerciorarse de eso.

Inteligente en escoger a un productor de la talla de Jacquire King, que ha trabajado con artistas como Norah Jones, Josh Ritter o en el último trabajo de Dawes, a quienes acompañó en su primera visita a Madrid en 2012, es sabio en copiar ideas, como esa insuperable “Still Crazy After All These Years” de Paul Simon, que ya ha sido seleccionada en alguna web musical entre las mejores canciones de los primeros meses del presente 2014. Todo en él destila gracia y se ve notablemente reforzado por una potentísima voz, que (insisto) modula a la perfección y funciona como pieza más que destacada en el estilo que practica.

Fue una memorable noche musical a cargo de un artista con muchísimo futuro por delante; de lo cual debemos congratularnos. Como bien dijo un seguidor en el concierto, ese martes se ha convertido en viernes. Escuchen su último trabajo y cada lunes se deshará en mil pedazos de días de fiesta. Ha prometido volver a España, para bombardear en forma de estrellas, los minutos de cada una de sus melodías. Ha sido uno de los conciertos más sencillos e impecables y mejores que podré disfrutar de este 2014. Un concierto para guardar en la memoria.


Texto: Ángel Del Olmo

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