Saint Vitus — Penelope (Madrid), 11/02/2010

Wino tiene porte y presencia de auténtica leyenda. Básicamente, porque lo es, tal y como se infiere de la ingente cantidad de bandas que, a lo largo de las últimas dos décadas y media, no existirían tal y como hoy las conocemos sin la capital ascendencia de Saint Vitus y The Obsessed, sin olvidar ni restarle importancia a otros proyectos con los que en ningún momento ha dejado de estar al pie del cañón, léase Spirit Caravan, The Hidden Hand, Place of Skulls, la monumental muralla sónica erigida junto a Al Cisneros, Scott Kelly y Chris Hakius en Shrinebuilder o su primera obra en solitario, Punctuated Equilibrium (2009). Historia viva del metal sin mácula alguna en todas y cada una de las páginas que ha firmado y que son ya materia de estudio obligada.
Abrieron plaza los algecireños Viaje a 800, una de las formaciones que más notoriamente viene contribuyendo en los últimos años a la férrea salud del underground patrio, ese oscuro pero sólido estrato en el que más y mejores propuestas se están viendo surgir desde hace tiempo, pese a su completo (e inmerecido) desconocimiento más allá de las catacumbas en las que los estilos “marginales” también existen y se vislumbra vida inteligente más allá de la sota, el caballo y el rey. Bandas en cuyo opulento lexicón no tienen cabida los convencionalismos y los prejuicios y sí se hallan la imaginación y la versatilidad que tanto se echan falta en otros ámbitos en los que sería inconcebible un grupo que, como Viaje a 800, no ha dejado nunca de ampliar su paleta estilística desde sus ruidistas inicios hasta su rico y complejo discurso actual, superando de largo el marco de limitadas etiquetas como el stoner a golpe de hipnóticas cadencias, densas texturas e infinidad de matices que no hacen sino contribuir al trance sensorial que provocan sus discos y se acrecienta en su directo. Brillaron, convencieron y hasta ofrecieron un adelanto de lo que pronto sonará en un nuevo álbum que ya se espera con ganas. Muchas.
Acto seguido, aberraron lo suyo unos Centurion’s Ghost que acabaron un tanto calados por su propia lluvia de hierro y fuego, empañando parcialmente con su brutalidad y distorsión las buenas maneras y lúgubres atmósferas que en The Great Work o el recientísimo Blessed & Cursed In Equal Measure les emparentan con bandas como Cathedral o Candlemass, pero sobre las tablas mutan en vehemente tozudez y un acercamiento al metal extremo que poco o nada beneficia a su oscura liturgia. Tuvieron sus momentos y salvaron la papeleta, pero lo hicieron sin honores y a punto estuvieron de despeñarse por el abismo de lo monocorde por exceso de herrumbre.
Y por fin, Saint Vitus. Inmensos. Ruidosos como una tormenta, oscuros como el ala de un cuervo. En tan buena forma que, haciendo abstracción de arrugas y canas por un momento, bien parecería que nos encontrásemos ante la formación que acabase de grabar Born Too Late, Mournful Cries o V. De hecho, casi lo es, con la salvedad de la sustitución de Armando Acosta en la batería por la apisonadora Henry Vázquez, un tipo cuyo nombre aún provoca sonrisas entre los otorrinos que atendieron las secuelas de su paso por Madrid con Blood Of The Sun.
Se auguraba algo poco menos que histórico y eso fue lo que ofrecieron, un esotérico ritual a la altura de un mito que es quintaesencia y cimiento del género y todavía retiene aquello que le hizo grande, sin el más mínimo atisbo de la apatía o la falta de fuelle que en ocasiones acaban protagonizando este tipo de reuniones. Fieles a sus propias directrices, con un Wino sublime como endemoniado maestro de ceremonias y un inspiradísimo Dave Chandler empeñado en dejar patente desde su particular plano astral que su sonido no es de este mundo, colocaron el primordial Born Too Late como piedra angular y en torno a él articularon un repertorio opresivo y martilleante, basculando entre la lúgubre densidad de “Dying Inside” y “Burial At Sea”, la ferocidad con la que se abalanzan sobre “Clear Windowpane” o “Look Behind You” y la histeria colectiva de “White Stallions”, punto álgido de un concierto que realmente no fue sino una concatenación de ellos. Algo al alcance de muy pocos.

Texto y fotos: Raúl Ranz

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