Scott Bradlee encontró la gallina de los huevos de oro. Su modelo de negocio está claro: escoge temas conocidos, cantantes de gran voz que necesitan promo y le mete un poco de swingueo for the masses. El resultado es curioso en primera instancia, algo incómodo a la segunda escucha y, si te atreves a pincharla otra vez, ya queda claro que en esa canción no funciona nada y que todo lo que te gustó era el brillo del envoltorio.
Este disco es más de lo mismo. Que sí, que ahora también hay doo wop, soul, rock cincuentero y muchos coros, pero la dinámica sigue siendo la misma: arreglos que no funcionan. Valoramos la parte económica de Bradlee en un mundillo donde cada vez es más difícil meter la cabeza. Además, siempre habrá gente que gracias a estos temas vayan a los originales y escuchen música de verdad.