Una maldita bola de fuego. Así de simple y llanamente se podrían resumir las formas y el contenido de este endiablado artefacto sonoro, homónimo debut del tercer asalto de un Jim Jones que, terco como una mula, no se ha dejado desanimar por la inmerecidamente nula repercusión que en su momento tuvieron Thee Hypnotics y Black Moses y regresa ahora con su latigazo definitivo a nuestras espinas dorsales. Benditas sean su perseverancia y su tozudez, porque lo que se ha marcado aquí el amigo es el disco de Rock N’ Roll del año. Fulminante maniobra de acoso y derribo de las que noquean al primer golpe, lo aquí contenido apabulla por bronco, visceral y, sobre todo, sucio, atacando las mismísimas raíces del R N’R con una virulencia y una histeria casi hirientes. Si todavía hay dudas, escucha las frenéticas “Princess And The Frog”, “Rock N’ Roll Psychosis” o “Fish 2 Fry” y dime si aquello no suena como lo harían Little Richard y Jerry Lee Lewis (reverenciados ambos a través del “Hey Hey Hey Hey” de la reinona del Rock n’ Roll y el “The Meat Man” que Matt Vickery compuso en su día para el Killer) después de ventilarse una montaña de cocaína y pegarle fuego a media docena de pianos. Y todavía habrá quien lo quiera comparar con Jon Spencer. Sin ánimo de desmerecer a nadie, ya le gustaría al de la Blues Explosion haber compuesto en su vida algo igual de inflamable y grasiento o con la mitad de testosterona. Lo dicho: un disco que quema.
90/100
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