Ya hemos perdido la cuenta de las veces que un directo de The Waterboys ha sobrepasado nuestras altas expectativas, ya sea en un festival de Flandes, pegados a la butaca en un teatro o en una sala La Riviera dando saltos. Mike Scott y sus secuaces siempre consiguen hacernos felices y dichosos.
No hizo falta ningún tipo de ceremonia ni presentación, ‘Let’s go baby Where the action is‘ anuncia a las claras su actuación y la concurrencia no puede estar más de acuerdo en el mensaje. En esta ocasión los aguadores nos visitan con formación de rock, sin las coristas, violín o guitarra de apoyo de otras ocasiones. Hammond, teclado, bajo, batería y la voz y guitarra del señor Scott se revelan más que suficientes para el despliegue de fuegos artificiales que supone un bolo de estos señores.
Una mesiánica ‘Glastonbury Song’ con gran solo de guitarra o la profusión de teclados en una maravillosa ‘Ladbroke Grove Symphony’ muestra una banda con gran empaque, cálido sonido y el piloto automático puesto por cinco inmensos músicos que tocan de memoria. Tiempo para un repaso a sus primeros discos con ‘All the Things She Gave Me’ con sus coros ochenteros, las sugerentes dinámicas de ‘This is the Sea’ o la muy celebrada ‘The Pan Within’.
En directo consiguen incrementar la intensidad de un repertorio ya de por sí fogoso, cada tema es una pequeña aventura cuyas notas recorren todos los rincones del recinto afectando emocionalmente a sus receptores, sintiendo la paz de sus atmósferas, el arranque poderoso de sus versos, el paso firme de su sección rítmica o incluso cuando el cantante escocés grita entusiasmado: “We made it through the pandemic”.
¿Descansa alguna vez Scott de componer y grabar? cinco discos de gran valía y variedad en los últimos ocho años está al alcance de muy pocos, y en vivo picotea de todos ellos. El poeta irlandés William Butler Yeats siempre ha sido de sus influencias principales, e interpretaron el blues ‘The Lake Isle of Innisfree’ con letras del insigne escritor. Esto iba de contrastes y la intempestuosa ‘Nashville, Tennessee’ atruena con los fantásticos aporreos de hammond por parte de Brother Paul, con la vitalidad de un veinteañero pese a su longevo currículum.
Es increíble la simbiosis musical que se forma sobre el escenario, alucinantes los silencios de menos de un compás entre frases, mágicas pausas que revelan un manejo de las tensiones y una gestión de la energía fuera de serie. Las canciones se fueron sucediendo como olas en el mar: ‘Blackberry Girl’ fue la única representante de su último disco All Souls Hill, mientras que ‘When Ye Go Away’, ‘Be My Enemy’ a toda velocidad y una ‘Medicine Bow’ con epílogo de Jimmy Reed alegraron a los aficionados más veteranos.
Antes de concluir con sus canciones más conocidas la extensa intro de ‘My Wanderings In The Weary Land’ ya presagiaba una avalancha sonora, con violentas irrupciones a la voz “This place is God’s fortress – and so am I!” de un Scott en éxtasis sumergido en una epopeya casi cinematográfica. Menuda experiencia para todos presenciar este espectáculo.
Con sus tres temas más escuchados y el público cantando las partes de un violín que no existía finalizó la enésima tesis doctoral de The Waterboys, un viaje fascinante en los confines de la realidad, una interpretación sobria y solemne de un cancionero que desborda poesía y una elegancia mayúscula. Ya volvemos a tener ganas de ver al hombre de sombrero de cowboy y chaqueta verde.
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